8 abr 2008

Una negra y vieja debilidad



Charlar con los amigos, dejarse mimar por la familia, visitar la canchita del Sport... El ritual se repite más o menos con la misma precisión. Pero si hay algo que Augusto hace sin falta cada vez que vuelve a sus pagos es jugar con su juguete más valioso. ¿La pelota del debut? ¿Un osito para dormir? ¿La primera bicicleta? No, no y no. Su debilidad es el Fiat 600 que lo espera en el garage, su primer auto, el que compró semi destruido y hoy brilla por donde se lo mire. "Lo tengo impecable. No hay con qué darle. Y no se vende", dice, orgulloso, el pibe de 22 años. Y aunque hoy se mueva arriba de un auto más grande y bastante más moderno, avisa que para él no hay como el Fitito. "Es una máquina, un fierro. Y lo disfruto mucho cada vez que vengo. Si no me lo llevo a Buenos Aires es porque acá lo usa mi vieja pero, especialmente, para que mis compañeros no me envidien, ja, ja".

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